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CUANDO EL PROGRESO MORAL CEDE ANTE LA AMBICIÓN INTELECTUAL

Nos hemos convertido en una Sociedad Avestruz que prefiere esconder la cabeza ante la verdad:

  • Aplaudimos a políticos mentirosos y ladrones que nos divierten o prometen beneficios inmediatos.

  • Guardamos silencio ante el abuso de poder de los magnates y el crimen de los pederastas.

  • Enriquecemos a influencers cuyo único mérito es explotar el morbo y la ignorancia.

Hemos perdido la capacidad de aplicar la regla fundamental a nosotros mismos. Si nuestro principio social es el cinismo, nuestro final será el derrumbe moral.

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Desde muy joven, la integridad me ha parecido el único cimiento sólido en un mundo de arenas movedizas. Es un concepto que no solo se entrelaza con los dilemas éticos, sino que, en última instancia, define el destino de un hombre y, por extensión, el de una civilización.

Hemos sido testigos del ascenso y la estrepitosa caída de grandes líderes, ya sean políticos, económicos u organizacionales. Los hemos visto desplomarse con "pies de barro", no por la fuerza de un enemigo externo, sino por el peso de su propia falta de carácter. En este 2025, es dolorosamente visible cómo figuras empoderadas representan lo peor de nuestra sociedad, haciendo que las grandes instituciones fallen.


La Desproporción del Progreso y el Desfase Ético

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Nuestra crisis de liderazgo y valores no es un accidente, sino una consecuencia del camino evolutivo de la humanidad, recordemos que El progreso moral siempre va atrás del intelectual.

Al observar la historia, es evidente que el ser humano desarrolla primero la capacidad de conocer y construir (la inteligencia y la tecnología) y mucho después, la capacidad de discernir y gobernar ese poder (la moral). Como especie, nos movemos en un proceso en el que, para citar una frase profunda, "La moral y la inteligencia son dos fuerzas que sólo a la larga se equilibran."

Esta disparidad es el núcleo de la amenaza contemporánea. Mientras el sentido moral no esté plenamente desarrollado, la inteligencia puede ser utilizada para fines egoístas o destructivos.


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El filósofo Hans Jonas, al abordar la civilización tecnológica, acuñó el Principio de Responsabilidad, argumentando que el poder de nuestra tecnología moderna ha sobrepasado con creces nuestra capacidad de prever sus consecuencias éticas.

Las éticas tradicionales están obsoletas, pues nunca tuvieron que enfrentarse a la posibilidad real de la destrucción total. El poder de la humanidad avanzó de forma exponencial, pero nuestra responsabilidad y sabiduría se quedaron en la retaguardia.


La Integridad en el Fuego del Dilema Ético

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El dilema ético es la encrucijada donde el avance intelectual choca con el progreso moral.


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El autor Stephen Carter en su libro Integrity nos enseña que la integridad es más profunda que la simple honestidad.

La integridad se cumple en tres pasos cruciales:

1️⃣ Discernir lo correcto

2️⃣ Actuar conforme a ello

3️⃣ Declarar abiertamente que uno está actuando por esas razones.


La prueba definitiva de la integridad es si estamos dispuestos a pagar el precio de actuar correctamente.

Lo sé bien porque lo viví. Recuerdo claramente el dilema ético que enfrenté, trabajando para una empresa, cuando un distribuidor me pedía dinero para concretar la compra o cuando compradores del gobierno mexicano me exigían un soborno para favorecer la adquisición de mi producto. Elegí perder la venta que ser parte de un proceso corrupto.

Ese sacrificio personal, esa voluntad de perder el beneficio económico por la convicción moral, es el principio inquebrantable que la sociedad debe volver a exigir a sus líderes.


El Principio Corrupto y el Destino Ruinoso

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Si la inteligencia avanza sin la moral, la fórmula para el desastre está escrita: "El final depende del principio." Las faltas en los cimientos morales inevitablemente determinarán el colapso final.

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La historia del rey Shutruk Nahhunte, soberano de Elam, es el testimonio perfecto del fracaso y el colapso. Este conquistador destruyó Sippar y se apropió de la Estela de Naram-Sin, acumulando un poder inmenso. Y sin embargo, su destino final es la irrelevancia histórica. Su vida es la prueba de que una gran conquista o una gran ambición sin contribución a la virtud y al bien común nunca tendrán una verdadera significación histórica.


La lección de Shutruk Nahhunte que hemos olvidado al ver


Los escándalos institucionales

  • La crisis de la Iglesia Católica por los sacerdotes pederastas

  • Los escándalos financieros como el del Banco Ambrosiano.

  • El principio de encubrimiento y poder determinó un final de ruina moral.


La corrupción política

  • Líderes ambiciosos y sin escrúpulos.

  • Su principio de codicia ciega determina un final de desconfianza sistémica.


La avaricia económica

  • Magnates coludidos con el crimen organizado.

  • Su gran inteligencia para hacer dinero es usada para el mal porque su moral es primitiva.


El Peligro de la Sociedad Avestruz

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Lo más trágico no es el desfase entre la tecnología y la ética, sino que la sociedad permisiva que hemos construido tolera y, a veces, aplaude este desfase.


Nos hemos convertido en una Sociedad Avestruz que prefiere esconder la cabeza ante la verdad:

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  • Aplaudimos a políticos mentirosos y ladrones que nos divierten o prometen beneficios inmediatos.

  • Guardamos silencio ante el abuso de poder de los magnates y el crimen de los pederastas.

  • Enriquecemos a influencers cuyo único mérito es explotar el morbo y la ignorancia.

Hemos perdido la capacidad de aplicar la regla fundamental a nosotros mismos. Si nuestro principio social es el cinismo, nuestro final será el derrumbe moral.


Reclamar el Carácter: La Única Solución

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Para equilibrar el progreso intelectual con el moral, debemos volver a la exigencia de la integridad:

  1. Exigir un Principio Sólido

    Dejemos de votar o de seguir a líderes que han demostrado desde el inicio de sus carreras ser tramposos o mentirosos. Exijamos carácter, no solo carisma o poder.

  2. Activar la Conciencia Pública

    Debemos dejar de ser cómplices por omisión. Cuando presenciemos una injusticia, la integridad nos obliga a nombrarla. Solo la virtud deja un legado real.

  3. Invertir la Atención

    Nuestro tiempo y nuestro dinero son nuestro voto más importante. Dejemos de alimentar a quienes explotan la ignorancia. Invirtamos en las voces, los proyectos y las personas que construyen sobre principios firmes.


El final depende del principio. Si el carácter es el destino, es hora de que la sociedad despierte, saque la cabeza de la tierra y elija la integridad como su principio rector.
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